miércoles, noviembre 11, 2009

El anillo Cap.IV



Pasó una semana, hasta que volví a la charcutería. Hablé con Fernando, que me explicó que unas personas con acento extranjero preguntaban por un anillo. Le llegaron a amenazar diciéndole que como en una semana no lo encontraba, volverían a por él.
Ya estaba bien. La historia del puto anillo ya había llegado demasiado lejos.
Cabreado por las amenazas a mi amigo Fernando, me dirigí a la joyería Ramos, y pregunté directamente por Florencio, el dueño.
Me atendió la guapa Sinde, preocupada por el trato recibido la última vez. Me volvió a sentar en la misma silla de la primera vez.
“Siento todo lo que le ha pasado Sr. Morató. Creo que ha habido un mal entendido. Se disculpaba la bella vendedora.
“Me siento ultrajado. Y es para denunciarles por el trato. Además les exijo que me devuelvan mi anillo!”- dije con seriedad
“De hecho, el Sr. Ramos le buscaba para devolvérselo pero no dejo ninguna dirección…”
“Y yo me lo tengo de creer…bueno. Ya estoy aquí!.
Sin haberle avisado por el teléfono interior apareció Florencio Ramos.
“Sr. Morató, disculpe el mal entendido. Es que en el registro de los clientes nos aparecía un anillo como el suyo con la misma inscripción. Pero lo hemos llamado y nos ha dicho que la policía ya se lo devolvió hacía ya algún tiempo…”.
“Tiene que entender nuestra postura…cuidamos y velamos por las joyas de nuestros principales clientes…”
“joder…si se descuidan” les dije yo aceptando las disculpas. Parecía que la intención que tenían era la de devolvérmelo. Y eso me mosqueaba. ¿Porqué?
“En fin, ahora Sinde se lo va a buscar, y acepte mis disculpas y un pequeño obsequio para resarcirle de las molestias…”
El Sr. Ramos se fue cuando volvió a aparecer la guapa y exótica Sinde con dos estuches.
Uno el que contenía el extraño anillo y el otro el Baume & Mercier que me ofrecían en mi primera visita.
Lo acepté. Y llamé a Fernando desde casa para comunicarle que el dichoso anillo ya obraba en mi poder.
“ Me dejaron un teléfono “ dijo Fernando “les llamaré para decirles que ya lo tengo…”
Se le notaba aliviado. Todas las amenazas anteriores le habían provocado un stress que paliaba con tranquilizantes. Ahora podía volver a la normalidad. Y él también.
Por la tarde recibió la llamada de Fernando. Otra vez preocupado.
“Sr. Morató. Perdone. He hablado con ellos. Pero me han dicho que lo tiene que llevar usted en persona. Lo siento mucho. He insistido mucho que usted no tienen ninguna culpa, sinó que lo encontró casualmente….pero no ha habido manera de convencerles que lo vinieran a buscar aquí…lo siento” decía desesperado. Parecía que estaba llorando. “Si quiere llamo a la policía y se lo explico todo…”
“Usted no se preocupe, Fernando…déme la dirección que lo llevo yo…pero no llore más, que no pasa nada!.
Y así fue como me encontré yo en el muelle de oriente del puerto de Barcelona, con la única referencia que me había dado Fernando.
Yate Prelodus. Muelle de Oriente. Puerto de Barcelona. Miércoles 17:00 pm
Mientras andaba por el muelle en dirección al único yate que estaba amarrado iba pensando en que debía haber llamado a la policía y explicarles toda mi historia, y las amenazas a Fernando. Pero ya era tarde.
Llevaba tejanos y un buen jersey. Hacía frío. Suerte del barbour. El sol se ponía. Pero sin duda ese Yate era el Prelodus, por llamarlo yate. Nunca había vista nada semejante. Debería de tener más de 100 metros de eslora. Estaba abarloado al muelle pero yo no sabía como subir. Parecía que no había nadie. Ni pasarela ni nada. Que debía de hacer.
Para variar el Baume&Mercier se me había parado. El anillo! Pensé.
No sabía que era ese añillo, ni tan siquiera de que era. Lo único que sabía es que cualquier reloj a menos de dos metros se paraba. Mientras que esperaba a que pasara algo. O que viniera alguien.
De repente oí un ruido mecánico. Me dí cuenta de que una pasarela salía del casco y se apoyaba en el muelle. Pero no había nadie. Esperé 5 minutos pero como seguía sin aparecer nadie. Me armé de valor y subí por la pasarela.
Una vez a bordo. Apareció un marinero uniformado que me señalaba por donde tenía de ir. Sin dirigirme la palabra me dejó en un salón elegantemente decorado.
Es más grande que el de mi casa pensé.
“Te gusta el Gin tónic no?”
Esa voz la conocía. Y la ví. Era Sinde.
A pesar de estar a mediados de noviembre. Iba casi desnuda. Ropa interior negra muy extremada y una bata prácticamente transparente. Llevaba dos Gin tónic ya preparados en copas anchos en la mano. Mientra se dirigía hacía mi el batin se le abría mostrando un escultural cuerpo. Me dio una copa mientras se sentaba a mi lado.
No entendía nada. Pero no era momento para entender nada. Mi idea es pedirle explicaciones pero era imposible. Sobretodo si seguía besuqueándome el cuello. Que uno no es de piedra. Por mi arquitecto que sea. Ella estaba muy excitada, mientras me iba desabrochando la camisa. Luego los pantalones. Hasta quedar totalmente desnudo.
Sólo atinaba a pensar que me estaba pasando, porque me excitaba tanto esa situación cuando debía estar sufriendo porque probablemente esa gente, sin saber quién exactamente era peligrosa. Pero que podía hacer yo. Totalmente excitado y con una erección importante me invitaba a penetrarla. Yo empecé a resistirme mientras ella utilizaba hábilmente sus dedos, combinándolos con su experimentada boca. La interrumpía de vez en cuando, me apartaba de sus turgentes y erectos pechos de vez en cuando para aprovechar y dar un trago de Gin tónic, y para eternizar el momento. Ya me daba igual todo. El anillo, la arquitectura, la charcutería, el fricandó. Tenía un cuerpo perfecto. Y la notaba húmeda. Era el momento de empezar la penetración suavemente. Al principio con un ritmo pausado, ella me tiró al suelo sentándose encima mío. Y marcando ella el ritmo, que se hacía cada vez más acelerado. De repente y en un momento de lucidez, que ya es difícil en esa situación, pensé que no tenía puesto el preservativo.
“ostras! Tienes preservativo?” le preguntaba sacando mi pene de su húmedo coño
No,no ahora no! Me gritaba cogiéndome mi miembro y volviendo a introducirlo en su interior. “Si a ella no le importa a mí tampoco. Ya se tomará una pastilla al día siguiente”. Pensé. Pero no acaba de correrse, a pesar de sus jadeos, y yo tampoco. Fuimos cambiando de posiciones. Ahora la penetraba por detrás acariciándole los pechos para al cabo de un rato yo estaba arriba, y nos cambiábamos y luego ella volvía a subirse a mí pero en sentido contrario. Chocaban las lenguas entre sí que habían lamido casi la totalidad de los cuerpos.
No sé cuanto tiempo estuvimos follando, pero supongo que mucho tiempo. Posiciones contorsionistas que nunca había experimentado. Al final me invitaba a eyacular, cuando ella gritaba : ahora…ahora!...ahora!...ya…ya….ya!. Contorneándose cada vez que mi pene llegaba a lo más profundo de su húmeda cavidad. Finalmente yo también me corrí dentro de ella.
Cuando me desperté estaba sólo en un camarote que no recuerdo. Y sabía que era un camarote por el ojo de buey como ventana. Eso era obvio.
Ni señales de Sinde. Estaba cansado. Resacoso. Debió ser el Gin tónic, aunque sólo me tome uno. Una sensación rara. Me debían haber drogado. No veía mi ropa.
Solo llevaba puesto mi Baume&Mercier y mis calzoncillos de Calvin Klein. Pero el reloj funcionaba, y eso quería decir de que ya no tenía el anillo!
Encima de un escritorio de caoba había una nota escrita a mano. “ha sido un placer conocerte. No intentes salir del camarote porque es imposible. Te hemos dados una droga, sulfatinia que lamentablente te hará efecto a las pocas horas de leer está nota. Te espera una muerte segura. En cualquier caso, decirte que ayer estuviste muy bien, pero en tu Gin Tonic tenías un poco de Viagra, por lo que tampoco te creas un semental. Buen viaje.Ciao.
Sinde”
Jooooooooooooder. Ya estamos otra vez! pensé.

1 comentario:

goldti dijo...

hoy soñaremos con Sinde, vestida del alcorcón...