Esta semana, y no me acuerdo del día, en el telenoticias relataron el hecho que unos buceadores a pocos metros de la costa de Barcelona, se toparon con una ballena herida, que según ellos le colgaban de la boca una cuerdas, o restos de redes. Los valientes buceadores, que eran dos, osaron tirarse al mar para intentar liberar a la ballena de “eso” que tenía enganchado en la boca. Sale un pequeño video de la ballena en cuestión. Lo que no sale es el intento frustrado de "curarla".
En definitiva queIntentaron sacarle las redes estirando,pero no pudieron y la ballena siguió su camino.
Avisaron al CRAM, Centro de recuperación de animales marinos, pero cuando llegó ya no vieron a la ballena. (que su buen rato tardarían en llegar, digo yo)
La noticia te la puedes creer o no creer. Principalmente la parte de la noticia que intentan sacarle las redes de la boca.Pero la evidencia del video de que la ballena existía no hacía dudar.
Parece increíble. En primer lugar por encontrarte con una ballena a pocos metros de la costa. El rorcual común, no es una sardinita precisamente. Es la segunda especie más grande de ballenas, después de la ballena azul. Calcular que puede llegar a 20 metros. No sé si ese cetáceo tenía 15 o 20 m , pero era una ballena de la leche!.
Por otro lado, el de tener los “arrestos” para nadar con ella como si nada y tercero intentar sacarle algo de la boca, que aunque no sea un animal carnívoro, debe impresionar.
Si es que hay gente para todo!!.
La vedad que a pesar de que estamos destruyendo el Mediterráneo, existen casi todas las especies de peces y cetáceos.
He tenido tan sólo dos experiencias con ballenas, pero la verdad es ambas han sido emocionantes..
La primera en la salida de una regata de cruceros. La Menorca-San Juan.
La salida estaba a dos millas de la bocana del Port Olímpic, debíamos ser unos 40 barcos y la hora las cinco de la tarde. Faltaban cinco minutos para la salida. Aunque los barcos eran diferentes y la salida no es tan importante en una travesía, siempre es un momento de tensión, donde los barcos se van aproximando a la imaginaria línea de salida, en ese momento vimos la columna de agua provocada por la respiración de la ballena y acto seguido nos enseñaba la negra espalda, para volverse a sumergir.
La volvimos a ver salir, como si nos quisiera desear una buena singladura.
Fue una bonita travesía y con gin tónic incluidos, pero no penseis mal porque a esa hora, todavía no nos habíamos tomado ninguno.
La travesía fue increíble, en todos los aspectos pero el avistar a la ballena a tan sólo unos metros de nuestro barco la hizo todavía más entrañable.
El segundo encuentro que tuve con los cetáceos fue en otra fantástica travesía. Está vez en un velero de regatas de veinte metros, el "Sailmaxione". Me invitaron a una travesía desde Portofino (Italia) hasta Barcelona. Estuvimos tres días y dos noches. A pesar de llevar tripulación profesional, y hasta cocinero, te dejaban llevar la rueda 8el timón) de vez en cuando.
La verdad es que llevar un barco tan grande impresiona, pero como es exactamente igual que cualquier otro barco, es relativamente fácil. Pues bien, imaginaros la estampa yo llevando ese velero con viento debía hacer fuerza dos. Era por la tarde. El capitán me miraba de reojo, desconfiando probablemente de mis dotes de skiper. La tripulación distendida en cuanto vieron que más o menos me defendía. Llevaba aproximadamente unos veinte minutos cuando me pareció ver dos bultos negros a estribor un poco lejos pero con rumbo de colisión. Un marinero gritó “Balena” y yo acojonado porque cada vez se hacía más evidente de que íbamos a chocar. Yo también grite asustado para que me cogieran el timón. “Balena!”. Pero ni puto caso. Supongo que mi voz entrecortada de pánico la atribuyeron a mi mal italiano.
Todos menos yo estaban asomados al candelero (barandilla) de estribor, haciendo fotos con los teléfonos móviles a las ballenas.
Hice un cálculo mental de cuanto podía hacer la de altura la orza del barco. Y me acuerdo que pensé que unos cuatro metros. También me pasó por la mente, que en caso de impacto el barco se pararía en seco o no.Cuando calculé que ya íbamos a impactar, me aferré con fuerza a la rueda del timón esperando el brutal impacto que nunca se produjo.
Las ballenas volvieron a salir y desaparecieron. Ni la tripulación ni el capitán llegaron nunca a imaginar lo mal que lo había pasado. Me abstuve de hacer ningún comentario para no hacer el ridículo. El capitán se me acerco y le cedí el timón, sonriendo.
No sé como se mide la adrenalina pero en ese momento debí dejar escapar un buen puñado”.
Espero volver a encontrarme algún día con ellas.
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