Sevilla
No tiene mar. No le hace falta.
Su gente, su color, su feria, su arte, su manera de hablar, su desparpajo, su indumentaria, su comida, su caseta , su baile, su rebujito, su todo.
Su nada y su to otra vez, su rio, su torre del oro....que tiene de oro lo que yo de escritor.
La sal es la de su gente. Sin más sazón. Porque aquí, el tiempo se para y adquiere otras dimensiones, pero no de prisas sino de tiempo de reír de soñar, de comer , de beber, de meditar, de escribir y de pensar.
Aunque sólo sean sólo dos días, los justos para una buena depuración en donde se mezcla el caldo caliente con el rebujito.
Probablemente se tenga la tendencia a extrapolar, aunque eso no sea lo correcto. Porque no creo que ninguna caseta tenga la excelencia de la de los amigos de Paco.
Anfitriones de casta. A gran altura como siempre.
El tema taurino, lo dejamos de banda.
Ellos lo viven con pasión, aunque yo a eso me niego. No me gusta contemplar la muerte de cerca aunque sea de toro, y digan que es noble. La muerte nunca es noble. Es una putada. Pero si no es necesaria es una crueldad.
Llamarme sentimental, pero con los banderilleros con los que se lidia en lo cotidiano, uno tiene suficiente. Aunque del Fandi se trate.
Sevilla. Tiene un color especial. Hasta siempre en una Sevilla en feria donde uno encuentra una excepción a la vorágine de los nervios cotidianos por el dia a dia tan intenso como absurdo.
Porque ha diferencia de nuestra tierra, en donde se come para vivir, aquí se vive para comer.
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