Ayer leía una frase magistral que decía que la definición de la vida, es todo aquel tiempo que uno pasa sin el móvil.
Genial. Pienso que cuando medito no pienso en el móvil.
Cuando uno medita como yo lo hago, se está 10 minutos consigo mismo, sin pensar en nada especial que preocupe o si pero los pensamientos fluyen sin quedarse, tu debes de seguir tu rutina. Es una rutina que sirve para evadirte de los problemas hasta de tu rutina!.
“Es que yo no tengo paciencia…” dirían muchos..lo quieren decir exactamente es que no se creen de que “eso” de meditar sirva para algo .
Debemos meditar. Es fundamental. Cuando acabas de meditar, no sé exactamente lo que ha pasado en tu cuerpo y en tu cabeza, pero algo ha pasado.
Comienzas el día con un ánimo diferente. Ya sé que es difícil de explicar. Es como cuando uno escribe y ves que van fluyendo las palabras y las ideas sin casi actuar conscientemente . Son los automatismos de la vida.
Una vez empecé con las clases de guitarra. Ya tenía 45 años y vagos conocimientos de solfeo. Elegí la guitarra. Duré 6 meses… Al final pensé que perdía el tiempo y que nunca llegaría a nada…Todo menos “brillante por pulir”…Fue un error dejarlo.
Lo máximo que había llegado a tocar de niño era la flauta dulce en el cole.
Que por cierto no tengo ni idea de porque le deben llamar dulce. Pues probablemente porque se pilla mucho más fácil que la flauta travesera. Si piensas que en la travesera sólo de reojo puedes ver los orificios que uno tapa lo puedo entender. La fácil es la dulce.! Tendré que agradecer siembre al profesor Silvestre la sensibilidad y la clarividencia que tenía a la hora de que los niños pudieran entender eso llamado música clásica.
Colegio de curas. Escuelas pías (de sarría) porque pías hay muchas pero pías y pijas sólo sarría.
Éramos un gran colegio sin llegar al elitista San Ignacio….(of course de sarría) y no me acuerdo porque nos apuntaron a mi hermano Toni y a mi al parvulario de la Señorita Trayter….luego pasabas al “cole grande”…Anécdotas muchas. Me acuerdo del comedor que a los 14 años nos ponían una botella de vino (algo parecido al vino blanco) en cada mesa de 5 comensales. Ya sois “hombretones”, debían de pensar.
Cada día se “pimplaba” la botella entera uno diferente Os podéis imaginar las cogorzas que pillábamos cuando te tocaba. No duró mucho el tema del vino para comer.
En esa época contrataron a un profesor de música “especial”. El profesor Silvestre. Buen apellido para definir su carácter, porque realmente era la revolución.
El “asilvestrado “ profesor convenció a los curas de invertir y adaptar una sala para escuchar música clásica y poder entenderla.
Suelo de moqueta, cojines grandes para tirarnos cómodamente en el suelo apagaba la luz, equipo de audición potente y el profe nos describía como los compositores relataban las historias a través de la música. Que es lo que querían explicarnos…
Vivaldi con las cuatro estaciones o Tchaikkosky habían formado parte de su repertorio.
Evidentemente Silvestre duró pocos años con sus “estrambóticas” ideas, pero consiguió qué me gustara para siempre la música clásica.
Me enteré hace unos años que se había muerto. DEP.Que gran tipo!.
Pero me he vuelto a ir….pues eso, que meditemos más!
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