El informe explicaba como el sargento Rioné había sido juzgado varias veces por presuntas corrupciones, pero nunca se había podido demostrar nada. Sin embargo, el hecho de que fuera tan sólo sargento después de tantos años de “servicio” era significativo.
Lo seguía por las tardes cuando salía de la comisaría, dos veces por semana. Iba alternando las tardes, una semana eran los martes y los jueves y la siguiente semana los lunes y miércoles.
El puticlub de donde era asiduo se llamaba 240 y era un putiferio donde se combinaban ejecutivos que se iban a tomar un whisky pasadas las ocho de la tarde, y putas, algunas de ellas refinadas, tanto que hasta pasaban por señoras de alta alcurnia.
Conseguí convencer a mi amigo Jordi me acompañara a tomarme un gin tónic esa tarde cuando mientras estábamos vacilando ante cinco brasileñas espectaculares, de pronto la vi. Era Merche. Se había arreglado y llevaba minifalda y un escote generoso. Sin duda era ella. Desde el grito de Collserola habían pasado tres meses. Le pedí el favor a Jordi me sacara de encima a las brasileñas. Y se sentó en una mesa con las cinco, hablando y riendo sobre su estancia durante veinticinco días viviendo en una tribu Massai. Las putas estaban encantadas de cómo describía Jordi a “los valientes guerreros” que pasaban los días sin pegar brote en la tribu mientras que las mujeres eran las que tiraban de la tribu. Como siempre, pensé.
- Hola. Te puedo invitar a una copa?- le dije a Merche mirándola a los ojos
- Ron por favor.- me dijo sonriendo Merche
Era evidente que no me había reconocido, por lo que seguiría el juego hasta acorralarla. Cuando me acerque a Jordi y me despedí de él. Sabía que lo entendería. “Ya me explicarás…” me dijo Jordi mientras se dejaba acariciar por debajo de la camisa por una de esas chicas. No sé como acabará eso pensé. Pero ya es mayorcito para decidir él. Si se las quiere follar una a una allá el con su Visa…
Esperé a que me sirvieran las dos copas, el ron de Merche y mi Gin Tonic y me volví a la discreta esquina alumbrada con luz tenue, y en donde Merche me estaba esperando con fumándose un cigarrillo.
“-te digo una cosa, que me parece como si te conociera…no sé de qué pero casi estoy segura.” – dijo Merche mientras brindábamos con nuestras copas.
“ -Pues no se de qué, porque es la primera vez que vengo…”- dije disimuladamente
“como te llamas cariño” me susurro al oído antes de besarme el cuello.
“me llamo Pedro…Pedro García” – le dije
“yo me llamo Andrea. Sólo Andrea” me dijo guiñándome un ojo.
Estuvimos diez minutos hablando de lo variado de la gente que venía a ese lugar cuando de pronto me hizo una pregunta, que no es que fuera inesperada debido a ese entorno de lujuria, pero si que me sorprendió de lo directa que era.
“¿ Así que te gustaría probar la dulce “mamada” de Andrea?
-Joooooder….ufff- me dejó noqueado
- No, no eso luego! – dijo riendo Merche
“¿Dónde? ¿Aquí?”- pregunte extrañado .No por el hecho, sino por lo ridículo de sentirme observado por la gente del bar. Aunque igual habían habitaciones…
“Tu…me parece que mucho no has ido con mujeres..¿no? Ahora pagas las copas y nos vamos a mi casa que vivo cerca de aquí y te voy a hacer lo que nunca te ha hecho una mujer jamás…”- me dijo poniéndome su mano en mi paquete y teniendo una erección incontrolada.
Joder. Ya estaba lo suficientemente caliente para poder negarme. Además, lo que yo quería era venganza ¿no? Pues eso mismo. Dejaría que me llevara a su casa y así le podría acorralar una vez estuviéramos solos. ¡Y no me streseis Coño! Que yo ya vería cual sería el mejor momento. Porque si hay que follar. Se folla y punto. Lo que sea para descubrir la estafa. Mi duda era si daría la talla hasta el final con esa mujer tan viciosa y a la vez tan atractiva. ¿Pero la talla a quién? Pensé yo.
Me acabé el último sorbo de mi segundo Gin tónic, porque Merche se había ido un momento al baño, antes de marcharnos. Y luego dicen que estereotipamos a las mujeres, con lo previsibles que son.
Que conste que todo esto lo hago en pos de descubrir la verdad del “grito de Collserola”.
Mientras íbamos hacia su casa andando por la calle Aribau. Me decidí salir de dudas y preguntarle a Merche, o a Andrea o como se llamara:
“Por cierto, y perdona mi ignorancia. ¿Podría saber lo que me valdrá lo que nunca me ha hecho una mujer jamás?”- Le pregunté con cierta sorna, me excitaba el pensar que podría ser algo tan placentero pero pronto lo descubriría.
- No hay dinero en el mundo para pagarme eso. Será el placer en la dimensión desconocida, mi querido Juan, digo….Pedro- Cuando acabó la frase me miró y giró la cara. Se dio cuenta de que yo me había dado cuenta. Yo intenté disimular e hice ver que no me había dado cuenta del desliz que había cometido. Yo pensaba irónicamente que le podría haber contestado en misma línea con un “desliz provocado” con algo así como: “Estoy impaciente de experimentar querida Merche…digo Andrea”. Pero no tuve cojones.
Lo que si me di cuenta fue de la tensión del silencio que se produjo desde ese momento hasta que entramos en la portería del xaflán de Paris con Enrique Granados. O sea donde vivía con Rioné.
Aunque no os podéis imaginar el mal rollo que me daba el imaginarme dónde me llevaba. Desde luego la prominente erección quedó para el recuerdo. Y no hacía más que intentar ligar los cabos que eran imposibles de ligar.
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