Tomás lo tenía muy claro ese día. O conseguía un pedido importante para su empresa en esos días de la Feria internacional de Dusseldorf o la empresa Telares Maristany se iba al garete.
Llevaba cinco años como director comercial, con más o menos fortuna cumpliendo cada año con los objetivos. Pero este año estaba estaban facturando entre un cincuenta y un sesenta por ciento respecto al año anterior. Estaban en crisis, como todo el mundo del sector textil sufría la crisis, clientes, competencia y proveedores. Pero eso no era una excusa. Telares Maristany tenía que facturar rápido o tomarían soluciones drásticas. Despedirían a la mitad de la plantilla de los 58 empleados, de los cuales la mayoría de ellos llevaban toda su vida trabajando en Telares Maristany. De hecho, estaban exportando una pequeña parte de la producción, pero nunca se habían presentado en la Feria de Dusseldorf (la Feria más importante del sector textil).
Llevaban ya cuatro días de feria. Si que pasaba gente por el bonito stand, pero ningún pedido importante. Muchos curiosos de todo tipo de países intercambiando tarjetas comerciales, pero ningún pedido.
Eran las cuatro de la tarde, y Tomás ya acumulaba cierto cansancio por estar todo el día para arriba y para abajo, cuando de pronto se presentó una guapa chica. Exótica belleza. Se llamaba Caroline Schiffer, y era la directora de compras de una importante cadena de tiendas de ropa del hogar llamada Stradde.
Caroline comprobó las calidad de los tejidos de Telares Maristany Estudió con detenimiento y los muestrarios durante más de una hora hasta que se levantó de la mesa redonda del stand, y salió del mismo pensativa. Caroline miraba al suelo y al techo del pabellón ferial, como si calculara algo mentalmente. Volvió a entrar en el stand y le preguntó a Tomás: ¿Que prefieres que te diga primero, la mala o la buena noticia?.- exhibiendo una bonita sonrisa.
-Siempre primero la mala! – le dijo cansado Tomás sonriendo. Tenía la intuición de que haría una venta.
-La mala es que… me tienes que invitar ha cenar al mejor restaurante de Heildelberg!
-Así que esta es la mala…-bromeo Tomás -¿Y la buena? – preguntó descolocado. Todavía no sabía si iba en serio o en broma.
- La buena… es que te haré un pedido por valor de cuatrocientos mil euros, para cubrir toda la demanda de nuestras tiendas durante seis meses, y si todo va bien dentro de seis meses renovamos…
- ¡Hecho! pero así…¿sin regatear? Le preguntó Tomás lo primero que se le ocurrió. Hoy en día no había nadie que no regateara en precios. Es más, incrementaban un 20% la tarifa para luego compensar con el descuento.
-Sin regatear.- dijo Caroline tajantemente - Te espero a las 9 en la recepción. Estoy en el Hotel Eurobuildind- Le dijo Caroline dándole una tarjeta donde además de los datos de la empresa Stradde salía su móvil.
Cuando se fue, se sentó durante unos minutos. No se lo podía creer. Había entrado una guapa chica haciéndole el pedido del año. Salvarían la empresa. Además, ahora no tenía novia, por lo que estaría encantado en invitar a Caroline, la guapa y joven directora de compras a cenar.
Se fue al lavabo del pabellón. Cansado pero feliz. Se lavó la cara con agua fría y se miró al espejo. Sonrió al verse. “pero que guapo eres” se dijo lanzándose un hipotético beso.
Cuando la recogió por la recepción del hotel, se quedó impresionado de la exótica belleza de Caroline. Era morena con pelo largo y rizado y vestía con un escotado vestido verde esmeralda que le marcaba todas las curvas de su estilizado cuerpo.
- Impresionante! – le dijo Tomás cuando la vio tan elegante y atractiva. Pensó, que se podía haber vestido un poco mejor para la ocasión. Se había vestido informalmente. Iba con tejanos y bleiser pero visto lo visto, era evidente de que se había equivocado.
- Gracias Tomás – le dijo volviendo a sonreir.
Tomás se sentía el hombre más feliz del mundo, y esa noche prometía. Cogieron un taxi y se dirigieron al Restaurant Baviera, un romántico restaurante situado en las afueras de Heilderberg. La mesa donde les colocaron estaba en la terraza del torreón de un castillo restaurado con vistas al Rhin.
Comieron toda clase de marisco y pescados regados con vinos blancos franceses. No pararon de hablar y de reir amigablemente, como si se conocieran de toda la vida. Se gustaban y lo notaban los dos. De repente Tomás notó como Caroline le presionaba con el pie descalzo por debajo la mesa a su entrepierna, mientras que Yomás notaba como se le endurecía su miembro a la vez que la miraba como se reía porque ha buen seguro notaba su erección.
- Y esto?- Dijo Tomás balbuceando
- Creo que deberíamos sellar nuestro acuerdo….no crees..- Solo acabar la frase Caroline se incorporó de la mesa y le beso con pasión durante unos segundos mordiéndole el labio inferior .
- Te voy a enseñar que les hacemos las indefensas alemanitas a los españolitos que van de machitos …- le decía susurrandóle al oido
- Joder! Dime que no estoy soñando…- le comentaba Tomas un poco incrédulo.
Les costó llegar al hotel después de los tocamientos y besos por todas partes (boca, lengua, mejillas, cuello, oidos…) en el taxi de vuelta al hotel de Caroline. Cogieron el ascensor y subieron al cuarto piso totalmente excitados. En el ascensor aprovechó para bajarle el vestido y acariciarle y besarle los erectos pezones entre los jadeos de Carolina, tal era su excitación que no se dieron cuenta que se pasaron de piso, y subieron hasta el séptimo para luego volver a la cuarta planta. Entraron a trompicones por la habitación 327, y cuando llegaron a la cama ya estaban totalmente desnudos. Tomás no sabía si hacer o dejarse hacer, No tuvo opción porque cuando se dio cuenta, Carolina ya tenía su erecto pene en su boca. All placer se juntaba a una ligera sensación de mareo. No era para menos después de las dos botellas de vino y la de Champagne Veuve Cliquot … “mira, que así aguantaré más..” pensó Tomás mientras la empezaba a penetrar lentamente por su ya totalmente húmeda cueva, con movimientos acompasados mientras Carolina empezaba a jadear. A Tomás le dio la sensación por la respiración entrecortada de Carolina de que ésta ya llegaba al orgasmo, entonces él se relajó y se corrió.
Había sido un de los polvos más increíbles de su vida cuando se durmió abrazando a Caroline.
Se despertó sin entender nada. En pleno campo. Con frío.
Cubierto con una áspera manta de cuadros. Estaba totalmente desnudo. Ni rastro de ropa, ni del hotel, ni de Carolina. No llevaba ni el Rolex GMT Master, que le regaló su padre justo antes de morir y que nunca se sacaba. ¿Qué coño le había pasado?. Si por lo menos tuviera el móvil.
No recordaba nada. Y es que no había nada por los alrededores que tuviera nada que ver con la civilización. Se levantó, no sin dificultad, con un fuerte dolor de cabeza.
Giró sobre si mismo. 360º. Que extraño. Estoy en una montaña colgado. Sin nada ni nadie.
Tomás empezó a caminar hacia lo que parecía un camino. Llegó al camino de tierra. Y siguiendo el camino de tierra, no podía recordar nada. Qué raro. Lo único que recordaba era que hizo el amor con Caroline de muchas maneras hasta que se durmió. Pero no recordaba el haber salido del hotel. Y es que además ese paisaje no se parecía nada al de donde estaba Heildelberg, ni Colonia ni Dusseldorf, ni la Selva Negra…después de andar dos horas descalzo con los pies ya ensangrentados y únicamente tapado por esa rara manta de cuadros divisó un conjunto de casas, lo que parecía un poblado. No llegaba ni a pueblo. No había calles asfaltadas. Ni farolas, ni postes de electricidad. Ni coches. Alguna gallina suelta y unas vacas diferentes a lo que conocía. El corazón se le aceleró. Esas casas, ni tan siquiera son casas europeas- pensaba Tomás-. ¿Dónde cojones estoy?. No, no.. No debo perder los nervios ni alterarme que seguro que todo tiene una explicación…aunque me cueste de creer.
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