Es un tema que nos supera. Las emociones son “salidas de tono” de nuestra personalidad que sirven como válvulas de escape cuando se produce alguna situación anómala. Me recuerda al tubo de pvc transparente que sale de la caldera y se pierde en el vacío, pero por si acaso apuntando a la pica del fregadero. En contadas ocasiones he visto salir agua de ese tubo, pero ahí está todo preparado para cuando se produzca una subida de presión del sistema, pueda vaciar agua sin peligro alguno…
Con las emociones pasa un poco lo mismo. Surgen espontáneamente sin control aparente y muchas veces sin ser conscientes de ellas. Pero se producen. Cuando se lucha contra la enfermedad, o se aprende a vivir con ella, te das cuenta de que a pesar de tener familiares, amigos que hacen que el previo y el post sea más fácil de digerir, en el fondo es uno mismo el que tiene que enfrentarse a ella y debe gestionar sus emociones. Una vez oí a una doctora que argumentaba a un paciente angustiado de una sensaciones no se convirtieran en algo más
- “Señor, perdone. Esto es la seguridad social y aquí no curamos sensaciones o emociones…intentamos curar enfermedades…” supongo que estas declaraciones desafortunadas y tan lejos de la realidad, dónde nadie le ha explicado a esta doctora hasta cuan milagroso puede resultar el efecto placebo. Es evidente que esa respuesta ha sido el ejemplo de una emoción descontrolada por parte de una doctora que probablemente haya tenido un mal día pero que sirve para generar emociones contrarias hacia un paciente que lo que busca es una esperanza o un consuelo o ambas hacia algo que puede derivar hacia enfermedad mucho más grave.
Reconozco que a veces, las emociones se nos vuelven en contra, y nos es muy difícil gestionarlas. Nadie nos ha enseñado a dominarlas sino que es cada uno, con su experiencia el que aprende a convivir con ellas. Se supone que contra más control de uno más aprende a convivir con estas. O no y entonces nos superan.
Y los que gestionan las emociones y saben realmente de ellas son los psicólogos y los psiquiatras.
Fui muy crítico hace poco con los psicólogos y su conocimiento de los comportamientos humanos al decir que los psicólogos no acuden a otros psicólogos, porque perderían control y por ende prestigio.
Ayer tuve la suerte de leer a un artículo de un insigne psiquiatra y escritor, Luis Rojas Marcos, me gustó mucho y cambió algo mi percepción hacia ellos. Rojas aclaraba la diferencia de algo que muchas veces es difícil de entender que es saber distinguir entre depresión y tristeza sana.
Hoy hablar sobre la depresión y los daños que este veneno de la felicidad causa a sus victimas se ha convertido en algo cotidiano. En gran medida este cambio es positivo, pues todo lo que sea disminuir el estigma que marca a las enfermedades mentales nos beneficia a todos. Sin embargo, cuando escucho estas conversaciones a menudo me sorprende la facilidad con la que expertos y profanos ignoran la tristeza normal.
La depresión es una dolencia nefasta que nos roba la esperanza, el pan de la vida. Implica alteraciones psicológicas y físicas profundas de al menos dos semanas. Nos perturba el sueño y el apetito y consume toda nuestra energía vital. Anula la capacidad de sentir placer, nos inunda de amargura y trastoca el juicio hasta llegar a considerarnos merecedores del sufrimiento y perder las ganas de vivir. La tristeza es otra cosa. Es la respuesta natural a experiencias dolorosas. Es normal sentirnos desconsolados cuando perdemos a un ser querido, rompemos una relación sentimental o fracasamos en algo importante. De hecho, expresar la tristeza no sólo es una forma saludable de desahogo y alivio, sino que además provoca en los demás reacciones alentadoras de solidaridad y empatía. Por todo esto, es conveniente no dejar que nos roben la tristeza o nos la desfiguren con el sello de la patología.
1 comentario:
Completamente de acuerdo en las dos cosas.
- por muchos amigos y familia que tengas, hay momentos trascendentales de la vida que te toca vivirlos o sufrirlos solo, entrar en un quirófano, estar en el suelo al lado de la moto, que te diagnostiquen una enfermedad, nacer, morirse, situaciones de pánico escénico o interior. Pero no nos preparan para estar solos, normalmente nos lo encontramos.
- nos enseñan a esconder las emociones ( los niños no lloran,etc) pero no a entenderlas y aprender a vivir con ellas. Si expresas demasiado tus emociones eres un niño, o una niña ( en este caso suele ser en tono machista), en cambio nos enseñan como se llamaba el avión que tiró la bomba sobre hiroshima ????
Si los políticos gobernasen en vez de veranear a nuestra costa, alguno habría , digo yo , que se interesase por la educación de verdad ¿no?
Suerte que ahora con esto de los blogs, resulta que aprendemos disfrutando.
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