Tomás había negociado con Toni Maristany su finiquito..
No fue difícil en la situación que se encontraba. Necesitaba descubrir el porqué de muchas cosas que le habían pasado. Y para ello requería de tiempo y de dinero. Tenía que hacer un viaje a Perú. Iba a ayudar a Isabel, costase lo que costase. Además tenía la intuición de que mucho de todo eso que no sabía que era pasaba por la Hacienda de la viuda.
Y estaba, una semana después del mensaje en el contestador, allí sentado en el asiento 32 F del Airbus con destino Lima. .
Después de muchas horas de viaje, aterrizaba en el aeropuerto de Lima. Alquiló el mejor coche disponible y debía ser un 4x4 porque tenía de llegar a Vichite, pasando por Iquita. Después de un trayecto con el que le dijeron era último modelo de Toyota. Manda guevos. Por no tener, no tenía ni aire acondicionado. Llego a Iquita y preguntando se alojó en la posada “los ángeles”, gracioso nombre para una cutrez como esa. En Iquita no había turismo. Sólo pobreza que cuando se asomaba la noche se convertía en delincuencia. Todas las mujeres que estaban a esa hora en la calle debían prostitutas, pensó Tomás.
Las calles estaban sin asfaltar y casi a oscuras. Una tenue luz iluminaba la calle a trozos. El había aparcado a unos quinientos metros de la posada. Le sorprendía que casi no hubieran coches. Las mujeres se le iban acercando ofreciéndole hacerle de todo y dejarse hacer de todo, por tan sólo dos dólares. Cuando vio a Rosana.Estaba apoyada a una pared y fumando. Ella no le reconoció mientras el se acercaba a ella, enseñándole todo el pecho, como si fuera un manjar. Cuando se dio cuenta de que era Tomás, se volvió a tapar. Era peligroso la estaban vigilando.
- Vamos a mi hotel – Le dijo Tomás susurrándole en la oreja
- Te tendré que cobrar…- le sonrió Rosana
Cuando se acerco, el que debía ser el chulo.
- Si te interesa tengo más jóvenes, negras o niñas…- le ofrecía el chulo a Tomás
- No gracias. Me gusta esta. – Le dijo guiñándole el ojo a Rosana .
Y entonces desaparecieron entre la oscuridad hasta alcanzar la posada.
- Necesito una habitación – Dijo Tomás al sudoroso recepcionista con una camiseta de algodón sin mangas.
Sin decirle nada le dio la llave con el número tres.
- Son 50 $ y sin escandalos. Me ha entendido?
- Ok
Entraron a la habitación y Rosana se sentó en la cama. Se tapo la cara con las manos y lloró. Lloraba de desgraciada. Tomás no sabía que hacer. Se sentó a su lado y le abrazó.
- Rosana…te sacaré de esto. Te lo juro. – le dijo Tomás mirándole a los ojos.
Era extraña la sensación de cariño que Tomás tenía por esas dos mujeres. Era consciente de que le habían salvado la vida, y que estaba en deuda con ellas.
Rosana le explicó que dos días después de su marcha, vinieron cuatro hombres a buscarlas. Uno de ellos era Mateo, el chulo del que se habían escapado en Iquita la primera vez. Le preguntaron por Isabel, y Rosana contestó que se había marchado hacía unos días. Se lo creyeron. La violaron los cuatro, y la dejaron sin prácticamente vida. Respiraba pero le robaron la poca de dignidad que le quedaba.
La cargaron en el maletero abierto de una pick up como si fuera basura y la devolvieron al prostíbulo.
Mateo la ofrecía por una cerveza. Y a veces gratis. Rosana volvió a las drogas, era lo único que le hacía olvidarse de su desgracia.
- Hijos de puta!- Exclamó indignado Tomás . Le ayudó a levantarse y le dijo vámonos.
- Salieron por la ventana de la habitación. Por suerte daba a una escalera en la parte de detrás del edificio. Apenas se veían. Cuando accedieron al patio trasero del hotel, Tomás decidió no coger la calle principal y rodear la zona de casas hasta llegar a la explanada donde había aparcado su Toyota.
Tomás encendió el coche y aceleró. Los habían descubierto porque veía como dos personas les perseguían por el retrovisor hasta que pasados doscientos metros cesaron en su empeño con el puño en alto, y Tomás se imagino que soltando algún improperio sobre su madre.
- Donde me llevas Tomás?
- Vamos a Vichite a buscar a Isabel.
Era difícil avanzar por esos caminos de tierra a oscuras a pesar del Gps de mano que llevaba Tomás. Así que decidieron pararse y dormir un poco en el coche hasta que amaneciera.
Con los primeros rayos de Sol, Tomás se puso en marcha. Rosana dormía. Pero Tomás no la despertó. No la necesitaba para orientarse.
Al cabo de unas horas llegaron a Vichite. Rosana entró precipitadamente en su casa temiendo lo peor. Pero ahí estaba Isabel, pelando patatas, cuando se giró y los vio.
Se abalanzó hacia Isabel y se fundió en un fuerte abrazo. Lloraban las dos. Al cabo de un rato Isabel se dio cuenta de que Tomás estaba ahí, y se fue a abrazarlo.
- Gracias, gracias, gracias….no sé que decir.
- No me digas nada. No hace falta. No os iba a dejar – explicó Tomás- pero ahora debemos marchar porque esos hijos de puta volverán…
Rosana e Isabel lo miraron asustadas.
- No hay opción chicas. Nos vamos de aquí. Coger los que necesitéis y nos vamos.
- Pero donde vamos a ir
- No os preocupéis. Que iremos a un lugar seguro. Primero quiero pasar por la Hacienda de la viuda y de ahí a el aeropuerto de Lima. Ellas se miraron. Nunca habían estado en Lima y menos coger un avión.
Se abrazaron otra vez y se fueron a recoger sus cuatro enseres. De hecho era todo lo que tenían. Isabel cogió una caja que hacía las funciones de joyero. Se le cayó y Tomás vio varios billetes de cien dólares, algunas pulseritas de plata y un reloj. Era un reloj que conocía perfectamente. Un Rolex GMT- II Master como el que antes de morir le había regalado su padre.
- Isabel déjame ver ese reloj. – dijo tomas un poco nervioso
- Toma…nos lo encontramos en el río. …- intervino rápidamente Rosana
Tomás lo cogió y observo la tapa del reverso. Tenía grabada la fecha de su nacimiento. No tenía duda. Era su reloj.
- Este reloj es mio. Me lo habéis robado. – dijo Tomás muy enfadado. – Encima de lo que he hecho por vosotras….
- No, no ….!!no te lo hemos robado!!- grito Isabel al apreciar el enfado de Tomás.
jueves, mayo 28, 2009
martes, mayo 26, 2009
el contrato 4
Tomás se despertó en una habitación fría y bien iluminada. Era de una clínica o un hospital. Ahora estaba seguro estaba en una clínica. Conectado a un monitor y a un botellín de suero.
No se podía mover. Sólo podía girar la cabeza. Al cabo de un rato, paro de pensar inútilmente en alguna correlación entre Perú, La Feria, y la clínica. No entendía nada, pero se imaginaba que ya se lo explicarían. De repente se abrió la puerta de la habitación y entró una enfermera.
-Hola Sr. Conesa. ¿Cómo se encuentra? – le preguntó la enfermera
- ¿Me lo puede explicar usted señorita?- Respondía Tomás preguntándole a la enfermera ávido de respuestas
- Luego se pasara el Doctor y le explicará mejor. Pero le puedo decir que ha tenido un virus muy extraño, y que ha estado a punto de enviarle al otro barrio. Desde hace cuatro días ha ido mejorando hasta ahora que se ha despertado – le decía la enfermera mientras le tomaba la temperatura y comprobaba todas las constantes del monitor.
- Pero cuanto tiempo llevo ingresado enfermera? – Preguntó Tomas imaginándose que llevaba unos cuantos días.
- Lleva un mes y una semana señor Conesa
- Joooder! Más de un mes!.... ¿Y nadie me a visitado en todo este tiempo? –preguntó extrañado Tomas
- Si,si. Le han venido a ver familiares y compañeros de su empresa- le dijo la enfermera
Pero ahora tómese esta pastilla e intente descansar…el doctor ya le explicara la situación – Le decía la enfermera alcanzándole un vaso de agua . Mientras se tomaba la pastilla acompañado por el sorbo de agua correspondiente entró el doctor.
- Soy el doctor Renart, jefe del servicio de cuidados intensivos, de la Clínica Shuster de Tutlingen.
- Tutlingen? – preguntó Tomás
- Es un pueblecito de la Selva Negra, a treinta kilómetros de Dusseldorf…
El doctor le resumió todo lo que había pasado. Le trajo un taxista, estaba inconsciente y a punto de entrar en coma. No se supo que era un extraño virus hasta una semana más tarde. Gracias a la documentación que llevaba en su bleiser pudieron localizar a compañeros de su empresa, que a su vez se pusieron en contacto con sus padres.
Ya estaban en camina. Estaban alojados en un hotel de Heilderberg, una población cercana. En media hora estarían con el.
Cuando entraron sus padres a la habitación lloraron. Pensaban que lo perdían. Llevaban un mes viviendo en Dusseldorf, si no hubiera mejorado ya lo tenían todo preparado para ingresarle en el Hospital de Valle Hebrón.
Tomás atribuyó su historia en el Perú a la influencias de los narcóticos que emplearon para intentar que saliera del coma.
Habló con gente de su empresa que le informaron que estaban procediendo a ejecutar un ERE. Había hablado con Toni Maristany el cual le había explicado como estaba la situación en aquel momento. Le preguntó sobre el contrato de las tiendas Straddle y sobre Carolina. Pero nadie sabía nada. La verdad era que acabó la experiencia de Telares Maristany en la Feria con un pobre balance de pedidos, y con el director comercial ingresado en coma.
Al cabo de quince días Tomás Conesa se incorporaba por fin a la fábrica de PuigReig Telares Maristany . Se encontró con la situación dramática empleados despedidos en la puerta de la fábrica solicitando unas mejores condiciones de despido.
Tomás se sentía mal. Sabía que si hubiera llegado a firmar ese contrato con Caroline en otra situación se encontrarían. Así que ahora su principal objetivo consistía en retomar ese acuerdo verbal, esto le hizo sonreír a Tomás pensando en la felación de Carolina.
Estuvo buscando la tarjeta de Caroline pero no la encontró. Preguntó sobre la cadena de tiendas Strudle, y nadie las conocía. Es más. No existían. Contactó con el hotel de Carolina, el hotel Eurobuilding de Dusseldorf y preguntó al director del hotel a que nombre estaba la reserva de la habitación 327 ,el día de la cena en Heilderberg. Le dijeron a Tomás que estaba reservada a una pareja de recién casados los Sres. Frankling, pero que no llegaron hasta el día siguiente.
Todo eso era muy raro. Desde luego había cosas que jamás se podía haber imaginado.
Le enviaron una foto por email de la habitación 327 por gentileza del director del hotel ante la insistencia de Tomás. Y realmente era tal y como se la había imaginado.
Tiró la toalla. No podía perder más el tiempo persiguiendo fantasmas.
Y continuó su vida intentando olvidar ese episodio tan trágico de su vida.
Al cabo de dos meses recibía una conferencia de Perú. Le habían dejado un mensaje en el contestador, las pulsaciones se le aceleraron. Antes de escuchar el mensaje se fue al mueble bar y se sirvió un whiskey con hielo. Se sentó dio un buen sorbo y presionó la tecla del contestador:
“ Tomás!.! Los hombres de la viuda… se han llevado a Rosana!. ¡ Han pasado diez días y todavía no ha vuelto! ¡Ayúdame por favor! “
Se le cayó el vaso al suelo. Era Isabel. La reconocía y estaba llorando.
Tomás se puso las dos manos en la frente y preguntó gritando “¿porqué yo?”
No se podía mover. Sólo podía girar la cabeza. Al cabo de un rato, paro de pensar inútilmente en alguna correlación entre Perú, La Feria, y la clínica. No entendía nada, pero se imaginaba que ya se lo explicarían. De repente se abrió la puerta de la habitación y entró una enfermera.
-Hola Sr. Conesa. ¿Cómo se encuentra? – le preguntó la enfermera
- ¿Me lo puede explicar usted señorita?- Respondía Tomás preguntándole a la enfermera ávido de respuestas
- Luego se pasara el Doctor y le explicará mejor. Pero le puedo decir que ha tenido un virus muy extraño, y que ha estado a punto de enviarle al otro barrio. Desde hace cuatro días ha ido mejorando hasta ahora que se ha despertado – le decía la enfermera mientras le tomaba la temperatura y comprobaba todas las constantes del monitor.
- Pero cuanto tiempo llevo ingresado enfermera? – Preguntó Tomas imaginándose que llevaba unos cuantos días.
- Lleva un mes y una semana señor Conesa
- Joooder! Más de un mes!.... ¿Y nadie me a visitado en todo este tiempo? –preguntó extrañado Tomas
- Si,si. Le han venido a ver familiares y compañeros de su empresa- le dijo la enfermera
Pero ahora tómese esta pastilla e intente descansar…el doctor ya le explicara la situación – Le decía la enfermera alcanzándole un vaso de agua . Mientras se tomaba la pastilla acompañado por el sorbo de agua correspondiente entró el doctor.
- Soy el doctor Renart, jefe del servicio de cuidados intensivos, de la Clínica Shuster de Tutlingen.
- Tutlingen? – preguntó Tomás
- Es un pueblecito de la Selva Negra, a treinta kilómetros de Dusseldorf…
El doctor le resumió todo lo que había pasado. Le trajo un taxista, estaba inconsciente y a punto de entrar en coma. No se supo que era un extraño virus hasta una semana más tarde. Gracias a la documentación que llevaba en su bleiser pudieron localizar a compañeros de su empresa, que a su vez se pusieron en contacto con sus padres.
Ya estaban en camina. Estaban alojados en un hotel de Heilderberg, una población cercana. En media hora estarían con el.
Cuando entraron sus padres a la habitación lloraron. Pensaban que lo perdían. Llevaban un mes viviendo en Dusseldorf, si no hubiera mejorado ya lo tenían todo preparado para ingresarle en el Hospital de Valle Hebrón.
Tomás atribuyó su historia en el Perú a la influencias de los narcóticos que emplearon para intentar que saliera del coma.
Habló con gente de su empresa que le informaron que estaban procediendo a ejecutar un ERE. Había hablado con Toni Maristany el cual le había explicado como estaba la situación en aquel momento. Le preguntó sobre el contrato de las tiendas Straddle y sobre Carolina. Pero nadie sabía nada. La verdad era que acabó la experiencia de Telares Maristany en la Feria con un pobre balance de pedidos, y con el director comercial ingresado en coma.
Al cabo de quince días Tomás Conesa se incorporaba por fin a la fábrica de PuigReig Telares Maristany . Se encontró con la situación dramática empleados despedidos en la puerta de la fábrica solicitando unas mejores condiciones de despido.
Tomás se sentía mal. Sabía que si hubiera llegado a firmar ese contrato con Caroline en otra situación se encontrarían. Así que ahora su principal objetivo consistía en retomar ese acuerdo verbal, esto le hizo sonreír a Tomás pensando en la felación de Carolina.
Estuvo buscando la tarjeta de Caroline pero no la encontró. Preguntó sobre la cadena de tiendas Strudle, y nadie las conocía. Es más. No existían. Contactó con el hotel de Carolina, el hotel Eurobuilding de Dusseldorf y preguntó al director del hotel a que nombre estaba la reserva de la habitación 327 ,el día de la cena en Heilderberg. Le dijeron a Tomás que estaba reservada a una pareja de recién casados los Sres. Frankling, pero que no llegaron hasta el día siguiente.
Todo eso era muy raro. Desde luego había cosas que jamás se podía haber imaginado.
Le enviaron una foto por email de la habitación 327 por gentileza del director del hotel ante la insistencia de Tomás. Y realmente era tal y como se la había imaginado.
Tiró la toalla. No podía perder más el tiempo persiguiendo fantasmas.
Y continuó su vida intentando olvidar ese episodio tan trágico de su vida.
Al cabo de dos meses recibía una conferencia de Perú. Le habían dejado un mensaje en el contestador, las pulsaciones se le aceleraron. Antes de escuchar el mensaje se fue al mueble bar y se sirvió un whiskey con hielo. Se sentó dio un buen sorbo y presionó la tecla del contestador:
“ Tomás!.! Los hombres de la viuda… se han llevado a Rosana!. ¡ Han pasado diez días y todavía no ha vuelto! ¡Ayúdame por favor! “
Se le cayó el vaso al suelo. Era Isabel. La reconocía y estaba llorando.
Tomás se puso las dos manos en la frente y preguntó gritando “¿porqué yo?”
lunes, mayo 25, 2009
El contrato 3
foto: La Mansión de la viuda

Tomás llevaba unos diez días recuperándose tanto de la cicatriz como de las heridas de los pies. La verdad, es que estaba encantado con el trato que le habían dado esas exprostitutas y ahora amigas. En ningún momento, le pidieron nada, ni le obligaron a marcharse.Podía haber estado el tiempo que quisiera. Pero Tomás debía volver a su vida. Todo aquello era espectacular. Pero no era su vida. Debía volver y salvar a su empresa. Y aclarar que cojones estaba haciendo allí, en ese lugar en el otro lado del mundo y un mes después del último recuerdo.
Isabel y Rosana lloraron en su partida. Pero él les prometió que volvería, para ayudarlas en lo que quisieran. Aunque eran autosuficientes y bastante felices.
Le explicaron a Tomás como llegar a la Hacienda. Estaba seguro de que podría convencer a la viuda, esa tal Esmeralda de que le ayudara a salir de allí.
Partió a primera hora de la mañana, con los primeros rayos de sol. Quería llegar a la Hacienda de día.
El camino era angosto y complicado, en ocasiones desaparecía el camino bajo la exuberante vegetación y para continuar en la misma dirección a veces debía rodear una determinada zona de frondosa vegetación porque no podía pasar. Esos veinte kilómetros le parecieron eternos. Ruidos de animales tan extraños que su imaginación no llegaba a interpretar. A veces, le parecían sonidos guturales provenientes de humanos. Pero teóricamente estaba sólo. En ocasiones daba media vuelta inesperadamente para cerciorase de que no había nadie. No llevaba armas, sólo ese pedazo de machete que le dejaron para abrirse camino en la selva.
Después de 8 horas avanzando penosamente llegó a una explanada. Tal y como le habían explicado. Y ahí estaba. Impresionante. A quinientos metros se erigía esa mansión al más puro estilo colonial. Tomás decidió que lo más prudente sería rodearla por si encontraba vigilante armados, y así poder evitarlos. Quería entrar en la casa para hablar directamente con Esmeralda. De lo contrario pensaba que los sicarios no tendrían escrúpulos y le podrían pegar un tiro, y santas pascuas. Habría sido un intruso más.
De repente ,y a medida que se iba acercando a la mansión escuchaba el sonido de una melodía que iba incrementando de intensidad. Le era familiar esa melodía. Era Bach. Reconocía el violonchelo. Tocado con maestría. Un preludio de Bach. Era impresionante. En otro contexto le habría emocionado esa melodía, ahora la escuchaba sorprendido, con la puesta de sol en plena selva. Sorprendentemente Tomás estaba en el jardín de la hacienda agazapado detrás de un arbusto, esperando que acabara la melodía.
Había sorteado a dos vigilante armados que custodiaban la puerta principal. Pero no en vano, Tomás había sido el número uno de su clase en gimnasia, y había podido trepar por un frondoso árbol saltar una tapia y alcanzar el jardín. Se imaginaba a una guapa mujer con rasgos latinos y con cierta sensibilidad sabiendo apreciar esa música.
Tomás se lo pensó mejor, y decidió no esperar que acabará la melodía y entrar ya en la mansión. Intuía que si seguía la música encontraría a la viuda . Y además ya estaba oscureciendo. No había tiempo que perder. Y ahí estaba, colándose por una puerta de servicio y subiendo sigilosamente por una ancha escalera de caracol, el sonido de Bach le guiaba. Llegó a la habitación de donde parecía que salía la música. Abrió un poco la puerta de esa habitación. Parecía la alcoba de la viuda. Cuando de repente cesó la música.
Y una voz conocida le decía:
- Pasa Tomás…no tengas miedo.
Y ahí estaba ella. Caroline Schiffer. Desnuda. Exibiendo su impresionante cuerpo estirada en la cama.
- Joder!!! Vaya con la viuda!!- exclamó Tomás sin entender nada.
- Fóllame como en Dusseldorf – le dijo Caroline estirada en la cama tocándose un pecho con la mano mientras que con el pulgar se acariciaba el erecto pezón. Estaba excitada.
Tomás pensó por un momento en ser frío. No hacerle caso, y sentarse en el sillón de enfrente de la cama y exigirle respuestas a las muchas preguntas que tenía. Pero la realidad, es que Tomas se estaba excitando. Y además, pensó que podría hacerle las preguntas después de follar. Se acercó al pie de la cama mientras se sacaba rápidamente los pantalones.
- Luego hablaremos…- le amenazó Tomás abalanzándose a esa cama de madera trabajada con mosquitera.
No llevaba calzoncillos por lo que la erección se hacía evidente. Y se acariciaron mutuamente sin hablar. A ritmo frenético. La respiración se convertía en jadeos cuando ella le colocó boca arriba le arrancó los botones de la camisa y se acopló encima de Tomás. El le lamía los erectos pezones. Los corazones se aceleraban.
Tomás, a pesar de notar la herida se dejaba llevar por el ritmo uniforme que imponía Caroline. Movía su cabello de lado a lado como si de un látigo se tratara. De repente Carolina paró de golpe, le saco la erecta verga de su totalmente húmedo interior y sin soltarlo, y con un hábil movimiento se colocó de espaldas, apoyada sobre las rodillas y una mano, mientras que con la otra le volvía a introducir el pene entre sus labios inferiores. Carolina era una experta y sabía lo que hacía. Buscaba ese punto G, que tanto placer les daba a las mujeres. Tomás se dejaba hacer y la siguió penetrando. Esta vez por detrás y el marcando el ritmo aunque sentía que no tardaría en eyacular. Notaba que Carolina estaba teniendo un orgasmo a tenor de sus gemidos. Cuando Tomás aceleraba la intensidad de sus embestidas y estaba a punto de correrse sintió un fuerte golpe en la cabeza.
Tomás llevaba unos diez días recuperándose tanto de la cicatriz como de las heridas de los pies. La verdad, es que estaba encantado con el trato que le habían dado esas exprostitutas y ahora amigas. En ningún momento, le pidieron nada, ni le obligaron a marcharse.Podía haber estado el tiempo que quisiera. Pero Tomás debía volver a su vida. Todo aquello era espectacular. Pero no era su vida. Debía volver y salvar a su empresa. Y aclarar que cojones estaba haciendo allí, en ese lugar en el otro lado del mundo y un mes después del último recuerdo.
Isabel y Rosana lloraron en su partida. Pero él les prometió que volvería, para ayudarlas en lo que quisieran. Aunque eran autosuficientes y bastante felices.
Le explicaron a Tomás como llegar a la Hacienda. Estaba seguro de que podría convencer a la viuda, esa tal Esmeralda de que le ayudara a salir de allí.
Partió a primera hora de la mañana, con los primeros rayos de sol. Quería llegar a la Hacienda de día.
El camino era angosto y complicado, en ocasiones desaparecía el camino bajo la exuberante vegetación y para continuar en la misma dirección a veces debía rodear una determinada zona de frondosa vegetación porque no podía pasar. Esos veinte kilómetros le parecieron eternos. Ruidos de animales tan extraños que su imaginación no llegaba a interpretar. A veces, le parecían sonidos guturales provenientes de humanos. Pero teóricamente estaba sólo. En ocasiones daba media vuelta inesperadamente para cerciorase de que no había nadie. No llevaba armas, sólo ese pedazo de machete que le dejaron para abrirse camino en la selva.
Después de 8 horas avanzando penosamente llegó a una explanada. Tal y como le habían explicado. Y ahí estaba. Impresionante. A quinientos metros se erigía esa mansión al más puro estilo colonial. Tomás decidió que lo más prudente sería rodearla por si encontraba vigilante armados, y así poder evitarlos. Quería entrar en la casa para hablar directamente con Esmeralda. De lo contrario pensaba que los sicarios no tendrían escrúpulos y le podrían pegar un tiro, y santas pascuas. Habría sido un intruso más.
De repente ,y a medida que se iba acercando a la mansión escuchaba el sonido de una melodía que iba incrementando de intensidad. Le era familiar esa melodía. Era Bach. Reconocía el violonchelo. Tocado con maestría. Un preludio de Bach. Era impresionante. En otro contexto le habría emocionado esa melodía, ahora la escuchaba sorprendido, con la puesta de sol en plena selva. Sorprendentemente Tomás estaba en el jardín de la hacienda agazapado detrás de un arbusto, esperando que acabara la melodía.
Había sorteado a dos vigilante armados que custodiaban la puerta principal. Pero no en vano, Tomás había sido el número uno de su clase en gimnasia, y había podido trepar por un frondoso árbol saltar una tapia y alcanzar el jardín. Se imaginaba a una guapa mujer con rasgos latinos y con cierta sensibilidad sabiendo apreciar esa música.
Tomás se lo pensó mejor, y decidió no esperar que acabará la melodía y entrar ya en la mansión. Intuía que si seguía la música encontraría a la viuda . Y además ya estaba oscureciendo. No había tiempo que perder. Y ahí estaba, colándose por una puerta de servicio y subiendo sigilosamente por una ancha escalera de caracol, el sonido de Bach le guiaba. Llegó a la habitación de donde parecía que salía la música. Abrió un poco la puerta de esa habitación. Parecía la alcoba de la viuda. Cuando de repente cesó la música.
Y una voz conocida le decía:
- Pasa Tomás…no tengas miedo.
Y ahí estaba ella. Caroline Schiffer. Desnuda. Exibiendo su impresionante cuerpo estirada en la cama.
- Joder!!! Vaya con la viuda!!- exclamó Tomás sin entender nada.
- Fóllame como en Dusseldorf – le dijo Caroline estirada en la cama tocándose un pecho con la mano mientras que con el pulgar se acariciaba el erecto pezón. Estaba excitada.
Tomás pensó por un momento en ser frío. No hacerle caso, y sentarse en el sillón de enfrente de la cama y exigirle respuestas a las muchas preguntas que tenía. Pero la realidad, es que Tomas se estaba excitando. Y además, pensó que podría hacerle las preguntas después de follar. Se acercó al pie de la cama mientras se sacaba rápidamente los pantalones.
- Luego hablaremos…- le amenazó Tomás abalanzándose a esa cama de madera trabajada con mosquitera.
No llevaba calzoncillos por lo que la erección se hacía evidente. Y se acariciaron mutuamente sin hablar. A ritmo frenético. La respiración se convertía en jadeos cuando ella le colocó boca arriba le arrancó los botones de la camisa y se acopló encima de Tomás. El le lamía los erectos pezones. Los corazones se aceleraban.
Tomás, a pesar de notar la herida se dejaba llevar por el ritmo uniforme que imponía Caroline. Movía su cabello de lado a lado como si de un látigo se tratara. De repente Carolina paró de golpe, le saco la erecta verga de su totalmente húmedo interior y sin soltarlo, y con un hábil movimiento se colocó de espaldas, apoyada sobre las rodillas y una mano, mientras que con la otra le volvía a introducir el pene entre sus labios inferiores. Carolina era una experta y sabía lo que hacía. Buscaba ese punto G, que tanto placer les daba a las mujeres. Tomás se dejaba hacer y la siguió penetrando. Esta vez por detrás y el marcando el ritmo aunque sentía que no tardaría en eyacular. Notaba que Carolina estaba teniendo un orgasmo a tenor de sus gemidos. Cuando Tomás aceleraba la intensidad de sus embestidas y estaba a punto de correrse sintió un fuerte golpe en la cabeza.
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