domingo, mayo 24, 2009

el contrato 2

Estaba a punto de llegar a la primera casa, por llamarlo de algún modo. Era la mínima expresión de casa. Un espacio rectangular con cuatro paredes y con tejado de uralita. Mientras se aproximaba por ese camino de tierra, intentaba recordar algo pero no le cuadraba nada.
Tenía el cuerpo dolorido, y se dió cuenta que en el brazo tenía señales de “pinchazos”. Le molestaba una tirantez en el estomago y se dio cuenta que tenía una cicatriz, que no recordaba. Llevaba la manta en la cintura a modo de paro. Tenía frío.
- ¿Me habrán disparado? – pensaba Tomás mirándose la extraña cicatriz mal cerrada.
Se acordaba de la Feria Textil de Dússeldorf. De Caroline ,del restaurante en una terraza. Del hotel. Del polvo más impresionante de su vida. ¡Vaya si se acordaba!. Luego en el momento en que se durmió en el hotel de Caroline, nada más. Ni de que volviera a salir del hotel. Ni nada parecido.
El comité de bienvenida del poblado consistía en dos perros, uno blanco y otro marrón, que no cesaba de ladrarle y unas cuantas gallinas. Debían ser sobre las cuatro de la tarde a juzgar por la posición del sol. No se veía a nadie por la calle. Decidió meterse en esa casa. Llamaría al timbre. Entonces se dio cuenta de que no había timbre. De hecho no tenía ni puerta, sólo una cortina de esas metálicas que hacen de puerta. Estaba muy cansado, pero quería aclararlo todo en seguida y volver a su hotel o donde fuera.
Entró en la casa, con un “ ¿hola? ¿Qué hay alguien? preguntaba en voz alta mientras apartaba la ruidosa cortina metálica y se metía en el interior de esa vivienda.
Entonces vio a todas aquellas personas sentadas en el suelo alrededor de una cazuela con algo parecido a arroz, y todos se giraron para mirarle sin decir ni hacer nada.
-¿Hola? Volvió a repetir Tomás mirando a la familia.
Se levantó el padre de familia. Casi por obligación porque los demás con la mirada le pedían que hiciera algo.
- ¡Fuera de mi casa, señor!- le amenazó con tono de enfado
- Perdone…pero necesito ayuda. Y un teléfono por favor.
Entonces el hombre se fue a la habitación contigua de donde salió con una escopeta de cañones recortados.
- Largo o le meto un balazo. –Me miraba fijamente sin dejar de apuntar a Tomás
-¡Joder. Que marrón!.- pensó Tomás mientras retrocedía hacia la puerta y levantando los brazos..
-Por favor. No dispare. Estoy indefenso. No se que hago aquí pero si me ayuda le compensaré…se lo juro.
-Largo!
-Ya me voy….ya me voy…tranquilo…sólo dígame una cosa….¿donde estamos?
No hubo manera de convencerle pero no se podía quedar ahí. Ya encontraría refugio pensó Tomás..
- Márchese. Y no vuelva!.- Le grito en tono agresivo
Tomás salió de la casa espantado, además no había podido explicar quién era ni le habían podido explicar dónde estaba. Pero no había tenido opción. Hacía frío. Calculaba que era n sobre las siete de la tarde, y estaba dolorido y hambriento.
Cruzó la calle y se metió en la segunda casa. Tomás vio a dos mujeres adultas, que le miraron asustadas. Se levantaron. “joder, irán a buscar escopetas estas también” pensó Tomás
- Hola. Me llamo Tomás….¿me pueden ayudar? …- les suplicó Tomás mostrando las palmas de las manos.
- ¿Quién es usted?. Usted no es de por aquí.– le preguntó la mayor de las dos mujeres, mirando luego a la más joven y haciéndole una mueca, como si no entendiera nada.
- Por favor…ayúdenme…- Dijo Tomás cayéndose desplomado en el suelo.
Tomás abrió los ojos. No reconocía la habitación. Era una habitación con un agujero en la pared a modo de ventan pero sin cristal ni cortina. Era muy humilde. De hecho no había ninguna luz o bombilla. La cama estaba sucia de sangre. Tomás sintió asco de pensar de quién podían ser esas manchas de sangre. Luego se tranquilizó al darse cuenta de que la cicatriz le supuraba. Tenía los pies envueltos en vendas, era evidente de que le habían curado. Se tranquilizó. En una esquina de la habitación había una sencilla silla, con algo de ropa. Se levantó lentamente. Se mareó un poco cuando consiguió ponerse de pie. Se vistió con esa camisa blanca y pantalones de tela que alguien le había preparado. No tenía ningún espejo, pero al imaginarse su aspecto y sonrío. Se puso unas rústicas sandalias, pero a pesar de su aspecto resultaban muy cómodas.
Salió de la habitación y allí estaban las dos mujeres. Le ofrecieron un plato de frijoles.
Estaban espectacularmente buenos. Probablemente hacía días que no comía.
- gracias. Os lo compensaré. No sé cuando….pero lo haré.
La chica más joven era la que lo atendía, la otra se sentaba en su silla sin decir nada, pero sin sacarle el ojo de encima.
La más joven se presentó. Se llamaba Isabel. Entonces la otra sin levantarse le dijo “yo Rosana”.
Empezaron a contarle que ellas se habían escapado de la ciudad de Iquita, en donde las tenían prisioneras en un prostíbulo. Les pagaban con drogas. Y las maltrataban.
Le explicaron a Tomás que vivían en ese poblado llamado Vichite desde hacía un par de años. El poblado estaba a unos 150 km de Iquita.
En el pueblo ahora vivían 60 personas. Habían sido 300 habitantes en otros tiempos, y hace dos años eran unos 100. Pero la gente marchaba. No había nada de futuro que el poblado pudiera ofrecer. Vivían del campo y de lo que capturaban en la selva. Cada tres meses subía un camión con provisiones básicas, que intercambiaban por productos de la selva. Se llevaban pieles de serpiente, valoraban especialmente las de la anaconda y las de los caimanes, . Les pagaban en especies que no tenían como azúcar, sal etc..
Escaparon del infierno y ahora estaban tranquilas. Tomás calculó que Isabel tendría unos veinticinco años y Rosana sobre los cuarenta.
Tomás les preguntó que día era, pero ellas no lo sabían con exactitud. Lo que sabían era que faltaban unas semanas para la época de lluvias, por lo que creía que estaban en Abril. A finales de abril. A pesar que llovía frecuentemente, la diferencia era que en la época de lluvias, durante varios días no paraba de caer agua torrencial.
“ A finales de Abril…” pensó Tomás- La feria textil, que era lo último que recordaba, era la semana del 22 al 29 de Marzo. Tenía sólo un lapsus de un mes. Un mes!.
No tenía ningún tipo de posibilidad de comunicarse con el exterior. Por lo menos no desde ahí. A unos veinte kilómetros había una hacienda privada. Que los del pueblo conocían como “la casa de la viuda”, pero que la habían ido porque estaba vigilada por hombres armados.
La viuda había sido Miss América del Sur, se llamaba Esmeralda Gutiérrez y se había casado con un Medellín, Marco Medellín, familiar del famoso cártel de drogas. Lo mataron los americanos en una emboscada en Los roques, Venezuela. Y su mujer se retiró a esa hacienda.
Pero ahí si que tenían posibilidad de comunicarse. La hacienda era como una pequeña ciudad. Conseguían electricidad a través de unos generadores, poseían coches todoterrenos, y avionetas que aterrizaban en su propia pista de aterrizaje.
“Son muy peligrosos” – decía Isabel- Han matado a mucha gente, sólo por acercarse…y tú…porque no nos explicas que estás haciendo aquí. ¿Buscas drogas? ¿Esmeraldas? ..
- No,no, que va!.- Les dijo Tomás pensando por dónde podía empezar a relatar su historia sin que lo tomaran por loco.- Me llamó Tomas, Tomás Conesa. No os puedo explicar nada porque no me acuerdo de nada. Sólo me acuerdo de estar en Alemanía en Dusseldorf representando a mi empresa Telares Maristany una Feria internacional…
Las dos mujeres se miraron, pensando que clase de locura tenía ese hombre. Tomás se dio cuenta de su error. Explicar eso a aquella gente era como decirles que era un marciano y venía de Marte, para pasar unas bonitas vacaciones cerca del Amazonas…

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