viernes, marzo 12, 2010

el sol se apaga...

"Then, on 20 March 1991, Conor, who was four years of age, died when he fell from the 53rd-story window of his mother's friend's New York City apartment, landing on the roof of an adjacent four-story building. Clapton's grief was expressed in the song "Tears in Heaven","
www.youtube.com/watch?v=1aXZaYcSApM



Queridisima Cristina,
Me permito la licencia de escribirte unas líneas. Utilizo muchas veces mi blog para expresar sentimientos, unas veces ironizando, otras con cierta sorna, pero también otras para expresar mi impotencia ante injusticias de la vida. O de mi vida.
Llevo todo el día, desde he conocido la noticia de tu marcha al cielo, intentando recordarte como eras. Una niña feliz de nueve años jugando en el jardín de Urús, muchas veces con muñecas. Me acuerdo que al principio te asustabas cuando te venía a saludar mi perro “fosc”, Luego te cogió cariño y tú a él. Me entristece pensar en que ya no te veré más corretear por el jardín. Pero también pienso en tus hermanos, y en tus padres. También en tus abuelos. Tu, su nieta única.
Me han contado que parece ser que ibas a recoger un zapato de tu muñeca cuando te has subido a la maldita claraboya, y está ha cedido .No has podido evitar la mortal caída desde un séptimo piso. Y esta vez te ha tocado a ti. Te has ido. No sé que diré mañana en el tanatorio cuando le dé un beso a tu madre y un abrazo a tu padre. Seguramente nada. Porque no hará falta que diga nada. Sé que ya nada será lo mismo sin ti. Es que ni se me ocurre cuando esté con tus padres en el jardín como podré animarlos. Tampoco que decirles. Ya se me ocurrirla algo, pero para ellos el sol ya se ha apagado. Y se apaga con tu marcha. Es terrible. Es algo que dicen a los que le pasan que nunca lo superas. Me lo puedo imaginar. Mejor dicho, es imposible imaginar ese dolor. Dicen que los que tienen fe en Dios, lo pueden llevar mejor, porque se imaginan que Dios está esperándote para acogerte. Pero tú no te pongas triste. Que ya lo hacemos los de aquí abajo.
Mi amigo Manel, ante el fallecimiento de Agus, me escribió una líneas, que me decía que el paso por la vida es efímero y que se trata sólo de un puñado de años mientras que la fe cristiana prodiga la vida eterna. Bueno se acepta, pero ¿porqué me cuesta tanto creer en Dios cuando permite que ocurran cosas como estas?.

Un beso muy fuerte Cristina, en donde quieras que estés, con todo mi cariño.

martes, marzo 09, 2010

mi aventura el día de la nevada...

Eran las cinco de la tarde cuando nos dejaron marchar del despacho. La nieve estaba cuajando y el panorama se ponía cada vez más complicado. El día anterior por la noche le había dicho a mi hermano que le llevaría una documentación que necesitaba para el día siguiente. Así que mi objetivo, a pesar de la que estaba cayendo, era el de subir a Vilassar a casa de mi hermano.

De nada servía el flamante 4 x 4 que hacía poco habíamos comprado. El caos en las calles era importante y anunciaban que las entradas y salidas de Barcelona estaban colapsadas. Así que me decidí en llegar a plaza Cataluña y coger el tren hacia Vilassar. Al subir al tren lo hacía sin vacilar a pesar de que mucha de la gente comentaba que habían oído que la línea ferroviaria estaba bloqueada por la caída de árboles a la catenaria. Supongo que se referían a la vía. Pero el hecho es que en la línea de la costa no había ni un solo árbol, por lo que por lo menos lo de los árboles caídos no se produciría en esa línea. Eso me tranquilizaba.

Cuán equivocado estaba al comprobar que pasada la estación de Masnou el tren se paraba sin ninguna explicación. Ya era oscuro, y el tren iba prácticamente lleno. No se nos explicó en ese momento el porque de la parada en medio de la nada. Entre la carretera y el amenazador mar. Y digo amenazador, porque la espuma de las grandes olas al chocar contra las rocas, alcanzaba de lleno los cristales. Que por suerte permanecían cerrados.

El tren continuaba parado una hora después a diferencia de que había un grupo de pasajeros convencidos de querer marcharse caminando por la vía. Las olas arremetían cada vez con más fuerza contra el lateral del vagón.

Al cabo de dos horas treinta minutos, a oscuras, aguantando el riguroso frío, junto con la intensa humedad provocada por las olas, empezaron a sucederse los gritos de histerismo. No habían señales ni la policía ni bomberos ni de nadie. Un grupo de unas diez personas forzaron la puerta, para abrirla y salir a un lugar desconocido, a través de la nevada y por las vías del tren. Yo desde luego no descartaba que en breve todo volviera a la normalidad. Seguíamos sin noticias, y utilizábamos nuestros móviles a modo de linterna, cuando no estábamos intentar comunicarnos con el exterior.

Había un anciano que llevaba una radio de esas de “toda la vida”, y que logró sintonizar el canal de urgencia de Cataluña radio. La situación era todavía más caótica. Entonces fue cuando se oyó claramente al secretario del interior, un tal Boada, diciendo: “les comunicamos que todos los pasajeros que han estado atrapados en los trenes ya han sido liberalizados y alojados en polideportivos y hoteles en las poblaciones más cercanas. El tráfico de la ciudad está mejorando progresivamente y la nieve ha remitido, decían en la radio, cuando el choque de las olas contra el lateral del vagón era cada vez más violento.

Dos horas más tarde y llevábamos cuatro y media, cada vez más juntos todos. Ya congelados. Sin decirnos nada porque ya no teníamos nada que decirnos, esperando sin saber exactamente a quién, porque por la radio parecía como si nadie se hubiera enterado que había un tren atrapado en la línea de la costa, con muchos problemas para subsistir.

Entonces ocurrió. La ola había sido más violenta que las anteriores, logró romper el cristla de dos de las ventanillas del tren. Ahora si que estábamos en peligro porque el agua salada empezaba a entrar con cada ola. Era una situación crítica. Moriremos todos, gritaba una señora mientras lloraba desconsoladamente. Un joven sacaba un cuter y se intentaba cortar el dedo índice, comentando en voz alta: “¿Es que no me puedo comer a mi mismo, si tengo hambre? O qué?

Pero toda está historia ha sido necesaria para sentirme alguien en un despacho que en el día de hoy todo eran historias y experiencias que se iban exagerando a medida que se iban explicando y que si no explicabas tu historia no eras nadie…aunque fuera inventada!

jueves, marzo 04, 2010

un día extraño


Hoy ha sido un día extraño. Esta mañana me he encontrado, paseando a mi perro. Al lado de un árbol, a una paloma moribunda. Las palomas son unos pájaros a los que no les tengo mucho cariño. Es más siento algo de repulsa porque los considero sucios, aunque que no culpa tienen porque los sucios y los que polucionan somos los ciudadanos. Eso de la suciedad urbana y de la polución pertenece a otro post.
Pero la cuestión ha sido que la paloma me miraba, como si quisiera decirme algo. Tampoco mi perro ha tenido ganas de hacerle mucho caso. Y eso es extraño porque siempre que las ve corre hacia ellas intentando morderlas, y evidentemente nunca llega a tiempo y las contempla como levantan el vuelo, sintiéndose orgulloso y por un momento el rey del barrio, sólo hasta que nos cruzamos un poco más abajo al pastor alemán, tres veces mayor que él, dejando las cosas claras. Bueno. ¿Que sería de la paloma?. Iba pensando. Inmóvil. Si tener a nadie que la pudiera ayudar, expuesta a la lluvia que después caería. Pensaba que moriría pronto. Porque ahí seguía la paloma. Sin moverse. Sin poder o querer luchar. Resignada. Y eso es triste. Y entonces te preguntas cosas muy extrañas. ¿Qué culpa tendrá la paloma de ser paloma?. Que solitaria se debe encontrar la paloma viendo que ni las de su especie le ayudan. Concluyes que no hay solución posible. Piensas que en esa situación mejor que se muera rápidamente sin sufrir porque sino la lluvia le acabará ahogando, o los barrenderos le tiraran directamente a la basura. Ningún animal merece sufrir. Y piensas en el eterno debate taurino del que a veces he sido defensor y que ahora me posiciono claramente en contra de las corridas. Pero lo que más me ha sorprendido de todo ello ha sido que cuando he vuelto a pasar, mi perro tampoco ha tenido intención de atacarla. Como si supiera que no era momento de juegos. Y me ha vuelto a mirar fijamente. Y entonces ha sido cuando ha abierto el pico y me ha dicho: “¿que miras tío?” “¿nunca has visto la muerte tan cerca? Y entonces, dándome rápidamente la vuelta me he marchado no dando crédito a lo que había pasado.
En el paseo de la tarde. Ahí estaba. La paloma ya muerta. La verdad es que hubiera deseado no verla más, pero la he visto. Y la pregunta que me he hecho es: ¿Qué le debe pasar por la cabeza a una paloma que sabe que va a morir? Y la otra es ¿qué mal debo estar yo para pensar en estas cosas, no?